lunes, 25 de abril de 2011

DI QUE ME AMAS




- ¡Di que me amas!
- … Te…amo.
Y el puño cayó sobre sus carnosos labios reventándolos sin remedio.
- ¡Di que me amas como si fuera verdad!
- Te…AMO.
- Mientes.
Sobre la blanca piel de su espalda un cinturón cruzo de lado a lado varias veces dejando grotescas marcas violetas mientras que otras manos sostenían aquel hermoso cuerpo desnudo y con calma apagaba cigarrillos sobre las nalgas y detrás de las piernas.
Era de día aún. Por el enorme ventanal de ese elegante departamento se apreciaba el atardecer sobre la ciudad y las notas de un tranquilo jazz hacían que el decorado y los finos muebles parecieran salidos de un sueño en medio del otoño. Un melancólico saxofón acompañado por un tranquilo piano trataban de narrar algún mal amor o un imborrable recuerdo.
En ocasiones la música paraba por segundos dejando en suspenso la variación de la armonía que a su vez dejaba adivinar que el amor en realidad es indescifrable.
La habitación a media luz, solo alumbrada por una elegante lámpara de pie, atenuaba mas la piel oscura de los sillones finamente retocados con madera de caoba y a lado una pequeña mesa de mármol sostenía un cenicero marrón donde descasaba un cigarro encendido dejando escapar líneas delgadas de un azulado humo perdiéndose al entrar en contacto con la luz que se filtraba aun por el ventanal.

El hombre tomo el cigarro, probo un poco de ceniza con la punta de la lengua y volvió a dar una calada honda mirando como el humo se perdía poco a poco a cierta distancia y dando tiempo a que la mujer que yacía tendida sobre la alfombra color beige pudiera llenar sus pulmones de aire.
El segundo sujeto fumaba también y sentado en la pequeña cantina hojeaba aburrido una revista de finanzas.
La mujer completamente desnuda temblaba ante el dolor de sus heridas, lloraba pero en silencio como entrada en shock ya que sus gritos al final se comprobaban inútiles, gritos estériles donde tal vez el enorme piso era de una sola persona…donde tal vez todo el edificio lo era.

El hombre dejo escapar por última vez la bocanada de humo, (no era ni muy viejo ni tan joven pero a diferencia del otro, dejaba ver en su mirada que sabia secretos que los demás no soportarían jamás… y eso le daba una cierta y oscura elegancia) apago el cigarro dejando una mancha que semejaba un tornado dentro del cenicero, mirando su reloj se puso de pie y con el cinturón en la mano volteo de un jalón a la mujer dejándola de espaldas en la alfombra.
- ¡Di que me amas!
La mujer lo miraba fijamente mientras su cuerpo daba pequeños espasmos que no podía controlar.
- ¡DI...QUE...ME...AMAS! –repitió.
- Te…amo.
La voz de la mujer apenas fue un susurro y él le atravesó la cara con el cinturón una, dos, tres veces mientras que el otro tipo dejando la revista de finanzas a un lado se monto en sus piernas y encendiendo otro cigarro comenzó a hacer pausadas quemaduras sobre sus senos y en su vientre pálido. Los gritos y la sangre de la mujer brotaban y se enredaban entre notas de jazz, oscuridad media y humo de cigarro.
¡Di que me amas y haz que lo crea! –ordeno él.
Dejo caer el cinturón sobre sus pechos, sobre sus brazos, sobre sus caderas, en sus hermosas piernas y el segundo hombre quemaba ahora las plantas de sus pies y entre sus dedos.
- ¡Di que me amas! – Decía el hombre mientras la mujer se retorcía en el suelo.
- ¡TE… AMOOO!
- ¡Di que me amas como si fuera verdad! – Decía él mientras su cinturón reventaba la tersa piel.
- ¡TE AMMOO!
- ¡DI QUE ME AMAS…Y HAZ QUE LO CREA! – Dijo agotado y casi sin fuerzas.
- ¡¡¡TE AMO… TEE AAMMOOO…TEEEE AAAAAMMMMMOOOOOOOOO!!!
El dejo de golpear y recobrando el aliento se paso una mano por la frente limpiando su sudor.
- Ahora te creo.
Los dos hombres tomaron asiento en la pequeña cantina de fina madera, encendieron cigarros, destaparon una botella de coñac y sirviéndose empezaron a beber calmadamente para relajarse.

La música seguía con sus notas ahora de un piano triste pero retador a la vez. La luz que se filtraba por el ventanal iba perdiendo su intensidad y daba paso a una luz blanca-eléctrica levemente opaca mientras por el suelo después de un rato sin moverse la mujer comenzó a arrastrarse. Parecía un animal sacrificado buscando refugio en alguna esquina, la alfombra dejaba ver manchas oscuras conforme el cuerpo sanguinolento iba avanzando.
La mujer se arrastro hasta que llego a una bolsa de mano tirada a lo lejos en el suelo. Con gran esfuerzo hurgó dentro de ella y saco una costosa cartera de mano color mostaza con figuras cafés y dejándose caer de espaldas, sacó de ella un pedazo de papel. Estirando su brazo espero un momento.

El hombre apuró su trago y apagó el cigarro, fue hacia ella y con un rápido movimiento tomo el cheque que guardo después de darle una breve mirada. Abrió la puerta dejando salir a su compañero y antes de marcharse escucho a la mujer:
- ¡Di que me amas!- dijo ella ahogada en un suspiro.
- Te amo. – respondió él.

La puerta se cerró y la habitación quedo sumergida en una extraña felicidad, entre un jazz alegremente interpretado y una desnuda, sonriente y sangrante mujer tirada sobre una costosa alfombra europea.



FMS

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