miércoles, 20 de abril de 2011

OXIDO




La lluvia no daba tregua a la ciudad en aquellos días, no podías distinguir al abrir los ojos si eran las ocho de la mañana o las cinco de la tarde. El gris de los días solo se comparaba con el triste sonido de las gotas cayendo sobre la lamina de los coches muertos por falta de gasolina o sobre los charcos a media calle salpicándote los pantalones cuando tenias que salir y moverte a cualquier costa para evitar contagiarte con aquel oxido que cubría todo sobre una ciudad enferma. Una ciudad oxidada.
Apagó el cigarro dentro de un vaso todavía con agua, miro por la ventana los coches que salpicaban a las personas con sombrillas pasando por la acera, buscó algún claro en el cielo pero no encontró nada que se avecinara. Solo lluvia.
Comenzó a vestirse con la misma ropa del día anterior y decidió no ponerse calcetines, estaba cansado de sentir los pies mojados todo el tiempo, salio a la puerta y antes de cerrar miro las goteras sobre la mesa < ¡Basta!, ¡No pagare mas por esta pocilga! > pensó y recordó que debía tres meses atrasados.
Con paso lento avanzo entre los charcos y la gente, la lluvia no era fuerte pero era demasiado hostigante, podía llover cinco horas seguidas y parar solo para hacernos recordar que éramos hormigas en las manos de un niño cruel y así seguir con aquello durante toda la noche.
Llegó a donde nunca hubiera querido llegar, el enorme portón de madera podrida y aldabas tristes de la vecindad encuadraba bien con el día nublado. Toco tres veces seguidas, espero cinco segundos y volvió a tocar aun más fuerte. La enorme puerta comenzó a abrirse rechinando como solo esos gonzones antiguos saben hacerlo y la cara de una vieja pequeña, triste y amargada apareció al otro lado del portón mirándolo con sus ojos apagados y molestos.
  • ¿Se encuentra tu patrón?- le pregunto mientras levantaba el cuello de su abrigo-.
Ella no contestó, solo se hizo a un lado para dejarlo entrar y el así lo hizo.
  • ¡Espérese aquí! - soltó la vieja mientras caminaba retorciendo las piernas al andar.
Se quedo parado viendo las paredes del enorme patio de la casa, era como una gran selva de plantas mal cuidadas y fierros viejos amontonados en todas partes. Enormes muñecos de plástico o partes de ellos adornaban las paredes dándole un toque delirante y de miseria a esa casa, aunque lo ultimo que faltaba ahí era pobreza.
Dio unos pasos hacia adelante y en un rincón oscuro encontró clavado en su silla de ruedas a '' Guille'' un chico mongoloide de unos catorce años.
  • ¿Que hay Guille? - pregunto mientras se ponía en cuclillas frente a el.
  • Hu, hu, hu, hu- repetía Guille sonriendo y observándolo con su pequeño ojo mientras que un hilo de baba resbalaba por su boca.
Guille tenia una extraña enfermedad que deformo sus piernas y lo hacia vivir en un extraño mundo sin dolor. Algo que ver con las terminales nerviosas ya que en su locura se arrancaba a mordidas los dedos de las manos habiéndose quitado ya tres de la derecha y uno de la izquierda por lo cual debía tener las manos enfundadas en una especie de guantes de asbesto.
También se saco el ojo derecho con un lápiz que por accidente alguien dejo por ahí y todo esto sin el menor rastro de dolor. No lloraba jamás, siempre sonreía y babeaba, sonreía y babeaba y era un buen niño mientras no tuviera nada cerca de sus manos.
Miró a Guille un momento y sonrió.
  • Tal vez no sea tan malo tu mundo - le dijo mientras le alborotaba los cabellos con la mano.
El chico le agradaba, no hace mucho que lo conocía pero sin duda era mil veces mejor ser humano que su padre.
La vieja regreso diciéndole que podía entrar y el los dejo en el patio mientras avanzaba respirando profundo.
Al abrir la puerta lo encontró sentado detrás de un pequeño escritorio repleto de papeles en un cuarto mal oliente y con su maldito y enorme cuerpo lleno de grasa pútrida corrompiendo el ambiente.
  • ¡LINO, MI AMIGO!
Dijo en una especie de negra burla mientras se ponía de pie y rodeaba el escritorio con esos ciento treinta kilos de suciedad obscena.
  • Hola Sandoval.
Era como la mierda del mundo embarrada en la suela de tus zapatos, por más que la quitabas siempre la volvías a encontrar, pero Sandoval tenia también el papel necesario para limpiarte las suelas.
Un círculo vicioso.
  • Toma asiento compañero y dime ¿que te ha traído por aquí?
Lino tomo asiento en una vieja silla y del otro lado del escritorio observo la enorme cara sonriente de Sandoval, sus pequeños ojos se perdían entre toda esa cara hinchada y esas cejas espesas, jamás se sabía hacia donde miraban sus pupilas. Era un gigante con ojos de roedor, era un mal chiste.
  • ¡Pues ya lo ves! Aquí me tienes saludando a los amigos – dijo Lino mientras ladeaba la cabeza tratando de respirar aire de algún otro lado.
  • Claro, claro – dijo sin dejar de sonreír- solo que si fuera yo el que va a saludar a un amigo, trataría de no ir con el que me puede arrancar las pelotas y hacérmelas tragar... a no ser que le lleve buenas noticias.
Sandoval era un asesino, pedófilo, secuestrador, usurero, traficante y no se sabe cuantas cosas mas, dueño de una gran fortuna amasada tras años corruptibles, la cual al parecer no tenia intención de desperdiciar en un jabón de baño y unos pantalones limpios. Se había desecho de todo el mundo a su alrededor, era sabido por todos que desapareció a toda su parentela para no tener que hacerse cargo de nadie jamás. También se contaba que cuando nació su hijo Guille, al verlo padecer aquella enfermedad asesino a su mujer destazándola, moliendo y licuando su carne para dejarla ir al final por el desagüe. Era un verdadero animal, un hijo de puta que no necesitaba que le cuidaran las espaldas por que nadie se atrevía a tocarle.
Era un hombre poderoso sin pizca de sentimientos el cual curiosamente amaba a su hijo Guille que era lo único que le quedaba. Trataba de aliviar su enfermedad entre doctores y doctores hasta que entendió que no tenía remedio su destino y así lo mantuvo en esa silla de ruedas viviendo en aquel mundo sin dolor, el cual era sin duda mejor que este mundo oxidado.
Lino miraba a Sandoval tratando de encontrar sus pupilas.
  • De eso te quería hablar Sandoval... necesito tres días mas.
  • No tienes tres días.
  • ¡Pero necesito un poco mas de tiempo!
  • Tienes el suficiente. - dijo Sandoval con un tono que no admitía vuelta.
  • OK, OK, OK.- Lino se revolvía en la silla y cerro los ojos- ¿cuanto tiempo me puedes dar?
  • Maldita mierda- murmuro Sandoval- veamos...
Lino era una persona común y corriente con la misma historia de muchas otras: divorciado, una hipoteca vencida, una hija que mantener, facturas pendientes, una madre enferma en alguna parte, un trabajo de mierda y una enorme gotera en el comedor.
La misma historia de muchas personas... con excepción de que él se cruzo en el camino de Sandoval.

Sandoval metió la mano en un cajón del escritorio y se levanto rodeándolo hasta plantarse enfrente de Lino.
  • A ver si te queda claro -su enorme cara ya no sonriera- Tú vienes a mi para contarme una historia la cual me importa una mierda, pero como eres una persona diferente a las demás te doy confianza y dejo que me embarres con tus problemas, ¿Tu crees que me importan tus mujeres, tus deudas, tus vicios y las medicinas de tu madre? ¿Tu crees que las personas que vienen conmigo a solicitar de mis favores les ofrezco café y galletas para socializar? CONMIGO TODO ES AL PUNTO –decía mientras se daba golpecitos con un grueso martillo oxidado en la pierna- MI TIEMPO ME IMPORTA DEMASIADO, POR ESO BRINDO MIS SERVICIOS SIN QUEJA ALGUNA PARA QUE NO HAYA ESTE TIPO DE CONTRATIEMPOS.
Lino intento decir algo mientras miraba de reojo el enorme martillo, pero Sandoval lo hizo callar con una seña, luego se fue encorvando hasta detenerse frente a su cara.
  • ¿Acaso aun te siguen por las noches? ¿Te han tocado por la nuca con un bate? ¿Han lanzado palomas muertas por tu ventana? Veo que aun tienes las dos piernas, respiras y posiblemente también conservas tus pelotas. ¿No hice bien mi trabajo? ¿Tienes alguna queja con eso? ¿la tienes? -Lino dejo de respirar un momento mientras negaba con la cabeza- ENTONCES NO ME FALTES AL RESPETO AHORA QUE TUS HUEVOS ME PERTENECEN.
Y dejando caer el martillo desde muy alto destrozo de un golpe la base de la silla de Lino dejando un hueco en la madera entre sus piernas.
  • ¡Dios!...-decía Lino muy despacio mientras apretaba los ojos al fondo de su silla-.
  • ¡MÍRAME!... ¡MÍRAME O TE QUEDAS SIN RODILLAS! - decía aun con el martillo en lo alto.
Lino abrió los ojos esperando sentir el crujir de su cráneo.
  • TIENES UNA VIDA, TIENES UNA HIJA, SE DONDE VIVES Y TAMBIÉN SE QUE NO VAS A HUIR, HARÁS LO CORRECTO Y MAÑANA POR LA MAÑANA ME TRAERÁS ESAS BUENAS NOTICIAS PARA QUE TUS AMIGOS SIGAN SIENDO TUS AMIGOS. ¿QUEDAMOS?
Lino lo observó y lo imaginó tirado a lado de una carretera con la cabeza destrozada y él sentado en una enorme roca ensangrentada.
  • ¿QUEDAMOS?
  • Quedamos.
  • Bien.
Sandoval volvió a poner una sonrisa en su rostro y tras comprobar que el martillo no había sufrido algún daño por el golpe, volvió a guardarlo en el cajón, regreso con Lino y tomándolo del brazo lo acompaño a la salida delicadamente.
  • Mira amigo: se que tengo ganado el infierno y tal vez también tú, pero míralo de esta manera...
Al final... aún existe el arrepentimiento.

Y comenzó a reír y su cuerpo se zarandeaba de forma insultante. Lino no sabía como demonios había llegado a mezclarse con ese infierno, OK.... Si lo sabia, un clavo sacando una tachuela.
Sandoval se carcajeaba cuando de repente paro en seco y sus ojos se abrieron muy grandes. Al fondo del pasillo a lado del portón, la anciana asustada trataba de detener la sangre que corría por la nariz de Guille de forma alarmante mientras el reía y reía sosteniendo en su mano una pequeña rama de veinte centímetros.
- ¡HIJA DE MALA MADRE!
Y corrió hacia la anciana que lloraba limpiándose las manos en su delantal, Sandoval la abofeteo con aquella mano capaz de arrancarle la cabeza a cualquiera y en el suelo pateo su cuerpo mientras ella solo podía chillar y suplicar.
  • ¡TE DIJE QUE NADA EN LAS MANOS!
Lino paso de largo entre Guille de un lado y Sandoval del otro.
  • ¿ACASO ES TAN DIFÍCIL DE ENTENDER?
Era muy desagradable la escena, pero Lino tenía sus propios problemas.
Abrió el portón soportando aquel rechinido grotesco.
Salió y al momento de cerrar miro a Sandoval con un pie en el rostro de la vieja que ya no lloraba y del otro lado a Guille que sangrando aun por la nariz volteaba a sonreírle cariñosamente.



La lluvia seguía cayendo y Lino sentado en la banca de un parque en un vecindario de gente ''bien'' ya no sabia si aun prefería los días con lluvia a los días soleados. No podía entender el grado de desesperación que llevaba a una persona a cometer las mas grandes estupideces, como las que el había cometido. Claro, cuando pasa la desesperación mucho menos las comprende uno.
Y ahí sentado en la banca de un parque frente a una iglesia de gente rica, pensó en prenderse fuego y entrar corriendo para abrazarse de la cruz, del sacerdote o de algún feligrés y así compartir la purificación del fuego. O sencillamente pegarse un tiro en esa banca sin necesidad de descruzar las piernas dejando un mensaje de sacrificio a los creyentes.
Estaba oscureciendo y necesitaba conseguir las buenas noticias para sus amigos y dado que nadie bajaría de su lujosa camioneta para decirle: Hermano: he hablado con dios y te traigo buenas nuevas, decidió salir de los suburbios ricos y echar a andar entre los charcos hacia su ultima desesperada opción.

Oscuridad, silencio y lluvia acechaban en la calle y Lino tuvo que dar otra vuelta a la cuadra al notar las luces rojas y azules de la patrulla que vigilaba el vecindario y al perderla de vista y tras verificar que nadie caminaba por la calle (lo cual hacia mas fácil la lluvia) saco una llave y abriendo la puerta de lamina negra entro a la casa con todo cuidado y en silencio. Dejo que sus ojos se acostumbraran a la oscuridad del lugar, paso la mirada por la sala, el comedor y su vista se detuvo en una vitrina vieja con una gran cantidad de elefantes de cerámica de varios tamaños.
La puerta de la vitrina estaba cerrada, por la ventana se veía de vez en cuando el resplandor de las luces de la patrulla vigilando y Lino miro por su espalda la escalera vacía que daba hacia el dormitorio. Saco la navaja plateada que acostumbraba llevar siempre en la bolsa y empezó a forzar el mecanismo de la cerradura hasta que con un pequeño ''crack'' la pequeña puerta se abrió mostrando una gran pila de hojas y fólderes dejando escapar un leve olor a humedad, Lino recordaba bien ese olor en los tiempos en que una manzana en su mano lo hacia feliz.
Empezó a buscar abriendo fólderes y revisando hojas hasta que encontró los papeles que estaba buscando y cuando se ponía de pie con los documentos en la mano, un escalofrío le recorrió la nuca al ver que se encendía las luces a su espalda y al darse la vuelta, la figura encorvada de su madre lo observaba a la mitad de la escalera.
Su cabellera blanca y su rostro lleno de arrugas enmarcaban una sonrisa al ver que el invasor era su hijo pero se fue desvaneciendo enseguida al darse cuenta de lo que sucedía.
  • ¿Pero que haces hijo?
Le pregunto su madre mientras bajaba por las escaleras. Lino solo se quedo mirándola bajar.
Se acerco a él mirando a su alrededor y observando los papeles tirados y los documentos en su mano.
  • ¿Son las escrituras de la casa?... ¿me estas robando?- decía mientras que con una mano agarraba su camisón y con la otra se apretaba el pecho.
  • Mama...
  • No entiendo... esta casa es tuya- decía su madre sollozando- sabes que es tuya, ¿por que robarme?
  • No entiendes madre...
  • jamás he esperado nada de ti por que se que seria en vano pero... ME ESTAS ROBANDO.
  • ¡Por favor madre no grites!-suplicaba Lino mirando hacia la ventana-.
  • PODÍAS ESPERAR MI MUERTE, NO ME FALTA MUCHO, PODÍAS ESPERAR SOLO UN POCO PERO NO ROBARME -parecía que se desmayaba pero seguía en pie- ES COMO SI ME MATARAS.-gritaba histérica-.
  • Madre por favor... no entiendes... estoy comprando tiempo.
  • ! ¡NO! ¡¡¡ESTAS ROBANDO...!!!ME ESTAS ROBANDO¡¡¡
Por la ventana empezaron a alumbrar las luces rojas y azules acercándose y su madre corrió gritando tratando de dar aviso pero Lino la tomo por la espalda y tapando su boca con la mano se recargo de la pared a lado de la ventana y se dejo caer hasta quedar sentado con su madre entre sus piernas.
  • Perdóname por favor madre... pero necesito estos papeles. -le susurraba mientras ella se revolvía entre sus brazos- ya veras que no es lo que te imaginas- las luces de la patrulla aun se reflejaban en el cuarto- te lo voy a compensar pero por favor cálmate.
Las luces se fueron alejando y ella dejo de forcejear.
  • No tenia opción madre, esta puta vida nos ha hecho animales, pero comprende que hay animales aun mas salvajes - e decía muy bajo mientras continuaba tapando su boca- se que no he sido bueno madre y te he hecho sufrir mas de lo que yo mismo aguantaría... de verdad lo siento tanto... por que por extraño que suene... en estos momentos... te necesito tanto.
Y empezó a llorar en el mismo lugar donde hace mucho tiempo rió de la misma manera.
  • ¡Te amo mama...y tengo tanto miedo...!
Besó su cabeza blanca y fue quitando la mano de su boca pero ella ya no reaccionó.
  • Madre.... Madre...
A media luz observó su rostro pálido recargado en su pecho y con temor trató de encontrar pulso en su yugular, puso una mano sobre su corazón pero la impresión había sido demasiada.
Tenia en su regazo a su madre muerta, paso su mano sobre sus cabellos, acaricio sus manos, abrazo su pequeño cuerpo y en silencio maldijo a Dios y se maldijo así mismo con el ardor en el pecho de saber que ella jamás llego a escuchar aquel '' te amo''.



La madrugada era muy fría, empezaba a pintar el tono gris del nuevo día en el cielo y la gente empezaba a mostrar movimientos de ''vida'' en las calles. Los charcos seguían en los mismos lugares y la lluvia se seguía encargando de ello con su fina cortina.
Algunos autos comenzaban a circular por aquel parque y Lino sentado en la misma banca del día anterior miraba hacia las puertas de la iglesia, no pensaba demasiado solo dejaba que corrieran las gotas de lluvia por su cuerpo. A pesar del frío, de la lluvia y de las horas que llevaba ahí sentado no se atrevía a moverse o a levantarse, sentía que cualquier movimiento lo haría quebrarse como florero de cristal.
Una lujosa camioneta se detuvo frente a la iglesia y un hombre gordo y bien vestido se encamino hacia una gran imagen de Jesucristo que había detrás de un cristal a lado de la puerta, hizo la señal de la cruz en su rostro y empezó a gesticular y a charlar muy animado con la imagen de Jesús. A la distancia no se sabia lo que ''charlaban'' pero parecía que aquel hombre recibía instrucciones de algo porque después de sacar su cartera y meter un billete en la urna, empezó a asentir con la cabeza hacia la imagen aquella, regreso a su camioneta y antes de marcharse volteo todo el cuello para ver otra vez a Jesús y arranco hacia su oficina con piso de caoba, haciendo alegres movimientos de aprobación con la cabeza.
Lino miro alejarse la camioneta y tras tomar un poco de fuerza, cruzo la calle y se detuvo frente a aquella gran imagen, la observo por unos momentos, tenia la nariz un poco rota, le faltaba un dedo y seguía con aquella mirada perdida que el recordaba cuando de niño asistía a misa con su madre.
Sabia muy bien que esa imagen no hablaba, al menos no con el.
  • ¿Cuando despertaras? -le susurro Lino mientras miraba sus ojos sin brillo- ¿Cuando saldrás de ese maldito estado de coma?
Y salio de los suburbios una vez más. Se hacia tarde.

Parado frente al portón de madera Lino toco tres veces seguidas, espero unos segundos y cuando se disponía a tocar de nuevo, el enorme portón rechinó abriéndose y apareció el horrible rostro de Sandoval.
  • Cierra -le dijo mientras avanzaba por delante-.
Lino camino por el pasillo y recordó a la vieja del día anterior... pero no pregunto por ella. Al avanzar unos pasos vio a Guille de espaldas mirando hacia la pared en el patio y noto una gran cadena que salía de algún lado de su silla y terminaba en un pequeño poste de acero.
Llegaron a la oficina y Sandoval abrió la puerta de una patada.
  • Toma asiento -le dijo burlonamente señalándole la silla semi destrozada-.
Lino se acerco al escritorio y sacando los papeles los dejo caer sobre la mesa. Sandoval lo miro de arriba a abajo y después tomo las escrituras, les dio una rápida ojeada para dejarlas otra vez en el mismo lugar.
  • ¿Y que coño es esto?
  • Son las escrituras de mi casa.
  • Sé que son escrituras imbécil, pero los tipos como tu no tienen casa y por la cara que traes se que tu historia no es muy buena.- encendió un cigarro y acomodo su enorme trasero en la silla- ¿Que hiciste y de donde las sacaste?
Lino lo miro a los ojos también, lo aborrecía tanto que odiaba respirar el mismo aire que el.
  • Las escrituras me pertenecen ahora... ¿de donde las saque y como lo hice?..sabemos los dos muy bien que eso te importa una maldita mierda.
Sandoval sonrió levemente.
  • Tienes razón... el dinero de los muertos vale lo mismo.
Y tomando nuevamente los papeles los empezó a revisar detenidamente, entonces puso en su rostro una extraña sonrisa.
  • ¡Lino!... al parecer no solo me pertenecen tus huevos... ahora también me pertenece tu alma.
Lino cerró los ojos y mordió sus labios.
  • Bien, hemos terminado.- dijo Sandoval guardando los papeles en un cajón- no esperes recibir cambio - tomo el teléfono y marco- ahora lárgate que tengo trabajo y espero no volver a verte jamás, haz dejado de agradarme.
Sandoval empezó su conversación por teléfono y Lino con las manos en las bolsas lo miro detenidamente pensando que la humanidad era una enfermedad corrosiva, que éramos langostas, que éramos moho, que éramos oxido esparciéndose sobre una superficie que no nos pertenece, hasta que una fuerza natural nos arranque de su piel como costras de sangre descompuesta.
  • ¡Algún día te ahogaras en tu propio vómito!
  • ¿Como dices idiota?- le pregunto Sandoval tapando la bocina con su mano.
  • ¡Algún día te revolcaras en tu propia mierda Sandoval!
  • Lino... todos acabaremos revolcándonos en nuestra mierda. Y ahora: si no vas a sacar tus malditas manos para matarme, te recomiendo que te largues ahora mismo por que no lo vuelvo a repetir.
Dio la vuelta y salio de la habitación.

En el camino a la salida Guille continuaba inmóvil de espaldas en su silla, Lino se acerco y se detuvo frente a el. Una inmensa tristeza se reflejaba en su rostro, su ojo se nublaba de lágrimas sin poder derramarlas y sus manos amarradas a los brazos de la silla parecían ramas secándose al frío.
Jamás lo había visto así. Guille había conocido una especie de dolor mas profundo, mucho mas frío y ese si lo lastimaba... y no era justo.
Paso su mano sobre sus mejillas, acaricio sus cabellos y ante su mirada melancólica saco la navaja plateada de su bolsa e hizo relucir su hoja brillante tan perfecta, tan limpia, tan sincera. Cortó las cintas que amarraban sus muñecas y colocando la navaja entre sus manos destrozadas le dijo:
  • Ya es hora.
Empezó a abrir el portón lentamente mientras que Guille derramaba su fascinación en el brillo del filo tan cercano a su cara.

Y salio a la lluvia con la tristeza de las flores que crecen sobre el asfalto.
<< Sandoval... aún me debes el alma. >>






FMS

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